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"Depresión en el embarazo: ¿Asunto de competencia para el nutriólogo?"

A nivel mundial la depresión representa la cuarta causa de discapacidad en cuanto a la pérdida de años de vida saludables, mientras que, en México, ocupa el primer lugar de discapacidad para mujeres y el noveno para hombres (Berenzon, Lara, Robles y Medina, 2013).

En el embarazo, el riesgo de desórdenes mentales como ansiedad y depresión, se incrementa notablemente. A diferencia de lo que comúnmente se piensa, la etapa perinatal no siempre es un periodo de felicidad para la madre, las mujeres durante el embarazo y el postparto presentan un periodo de adaptación y de diversas dificultades, junto con cambios a nivel físico, biológico, social y psicológico, además de ser una etapa de expectativas y demandas sociales. Por lo tanto, el embarazo es una condición biopsicosocial que impacta en la salud mental de la madre.

Un estudio mexicano reciente, muestra una prevalencia de síntomas depresivos durante el embarazo del 16.6% (Lara et al., 2015). Mientras que, específicamente en nuestra ciudad de Morelia, Michoacán, se ha encontrado un porcentaje de 17.9% (Álvarez-Ramírez et al., 2018). Este porcentaje resulta alarmante debido a las graves consecuencias de la depresión perinatal en el estado de salud de la madre, del bebé y de la familia. La Organización Mundial de la Salud recomienda promover intervenciones de bajo costo para mejorar la salud mental de la madre; sin embargo, estos desórdenes no representan una prioridad para los sistemas de salud en México (De Castro et al., 2015; Berenzon et al., 2013).

Sin duda, la nutrición puede ser una de esas intervenciones de bajo costo que señala la OMS para mejorar la salud mental. La nutrición es imprescindible para el correcto funcionamiento de todos los órganos del cuerpo humano, incluido el cerebro. Es por esta razón que el estado nutricional de la mujer embarazada ejerce influencia en la aparición de trastornos del estado de ánimo. Actualmente existe evidencia de que la deficiencia de algunos nutrimentos puede afectar el estado de ánimo y patrones de conducta. Algunos de estos nutrimentos cuya deficiencia se ha relacionado con la depresión son vitaminas como riboflavina, cobalamina, piridoxina y ácido fólico, y minerales como hierro, zinc, magnesio, cobre, calcio y selenio. Asimismo, macronutrimentos como proteínas y carbohidratos, se han visto involucrados en la fisiopatología de la depresión. Sin embargo, hoy en día los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 son los nutrimentos más estudiados en relación a su efecto en los trastornos del estado de ánimo, principalmente la depresión (Hibbeln, 2002; Liu, Green, Mann, Rapoport y Sublette, 2015).

Los principales ácidos grasos omega-3 son los ácidos eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA), cuyo precursor dietético es el ácido α-linolénico (ALA). Estos tres ácidos grasos no pueden ser sintetizados endógenamente por las enzimas del hepatocito en la cantidad que requieren las células, por lo que se consideran esenciales debiéndose obtener diariamente de la alimentación, a través del consumo de mariscos y pescados como atún, salmón, sardinas, trucha, cazón, caballa, arenque, anchovetas y de fuentes vegetales como semillas de linaza, chía, calabaza, colza, soya y nueces (Simopoulos, 2011; Liu et al., 2015).

La ingesta adecuada de EPA y DHA que propone el Instituto de Medicina es de 220 mg/d y 300 mg/d, respectivamente (Institute of Medicine, 2005). En nuestro país y más aún en Morelia, es bastante común encontrar deficiencias dietéticas de cualquier ácido graso omega-3. La población mexicana está ingiriendo menos del 50% de esta recomendación (Ramírez, Villalpando, Moreno y Bernal, 2011). En un estudio realizado en Morelia, Michoacán se observó una ingesta de DHA y EPA de 70 mg/d y 30 mg/d respectivamente. Asimismo, dicho estudio muestra que el 91.4% y 80.8% de las mujeres embarazadas tuvieron una insuficiencia dietética severa de EPA y DHA, respectivamente (Álvarez-Ramírez et al., 2018). Esta situación es consecuencia del bajo consumo de pescados y mariscos, aunado a un nulo consumo de suplementos dietéticos de ácidos grasos omega-3.

Para empezar a dilucidar el por qué se vinculan los ácidos grasos omega-3 a la salud mental, podemos mencionar que el DHA es el constituyente principal del sistema nervioso central, ya que comprende entre el 10 y 20% de los lípidos totales en el cerebro (Liu et al., 2015). Ésta es una de las razones por las que se cree que los ácidos grasos omega-3 juegan un papel fundamental en la prevención y tratamiento de enfermedades neurológicas, psicológicas y psiquiátricas (Farooqui, 2009). Son diversos los mecanismos biológicos que han sido propuestos para explicar la relación entre la deficiencia dietética y cerebral de ácidos grasos omega-3 y la presencia de síntomas depresivos. Estos mecanismos se pueden agrupar en 4 áreas según su efecto en:

  1. Funcionalidad de la membrana plasmática neuronal. El DHA le confiere mayor fluidez y permeabilidad a la membrana plasmática, permitiendo un ambiente físico apropiado para la actividad integral de diferentes componentes de la membrana neuronal.

  2. Neurotransmisión. El DHA participa en diferentes sistemas de neurotransmisión como: serotoninérgico, dopaminérgico, glutamatérgico y endocanabinoide. Su deficiencia puede afectar al metabolismo, liberación, recaptura del neurotransmisor, y a la funcionalidad de su receptor.

  3. Modulación neuroinflamatoria. El EPA y DHA tienen una gran variedad de actividades antiinflamatorias, relacionadas con la acción de los eicosanoides y docosanoides.

  4. Plasticidad sináptica. Los ácidos grasos omega-3 participan en la síntesis de diferentes proteínas de plasticidad sináptica en el hipocampo, generando un aumento en la sinaptogénesis (Grosso et al., 2014).

En los últimos 15 años, se ha observado una asociación inversa entre la ingesta per cápita de pescado y la prevalencia anual de depresión, lo cual ha llevado a que diferentes autores propongan que la deficiencia dietética de ácidos grasos omega-3 esté asociada a mayor depresión, tanto en el periodo perinatal, como en otras etapas de la vida (Markhus et al., 2013; Su, Matsuoka y Pae, 2015). Al respecto, Álvarez-Ramírez, Lara, Robinson-Fuentes, Alveano-Hernández y Cervantes-Alfaro (2018) evaluaron la asociación entre la ingesta de EPA y DHA y los síntomas de ansiedad y depresión en mujeres embarazadas mexicanas, residentes en la Ciudad de Morelia. En dicho estudio se encontró una correlación negativa moderada entre la ingesta de DHA y EPA y los síntomas de ansiedad y de depresión, en aquellas mujeres que tuvieron una ingesta severamente insuficiente en aquellos ácidos grasos. Estos estudios sugieren la necesidad de investigar dicha relación a través de estudios de intervención (Álvarez-Ramírez et al., 2018).

Después de este panorama, podemos concluir que efectivamente, la depresión y algunos otros trastornos mentales como la ansiedad, son de competencia para el nutriólogo. Es necesario que el nutriólogo en formación sea consciente del impacto que tiene una alimentación correcta en la salud mental de su paciente, así como también se vuelve necesario hacer hincapié en que diversas estrategias nutricionales pueden ser utilizadas para prevenir enfermedades mentales, así como también para tratarlas. Sin embargo, tanto en países en desarrollo como en países desarrollados, hay menos énfasis en las actividades de promoción y prevención, y más énfasis en la necesidad de intervenciones en el tratamiento de la depresión. El hecho de identificar tempranamente los trastornos de salud mental, así como insistir en el consumo frecuente de pescados y mariscos, podrían ser estrategias para reducir los efectos negativos de la depresión y otros trastornos del estado de ánimo.

Con esta breve reseña se pretende reflexionar en el campo de acción tan amplio que tiene el nutriólogo, por lo que su trabajo deberá ser cada vez más especializado, y su participación dentro de un equipo multidisciplinario se hace imprescindible. Esto ha hecho que poco a poco el Nutriólogo se vaya posicionando en diferentes ámbitos y que junto con otros profesionales de la salud contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas.

MCS Miriam Álvarez Ramírez

Directora de la Escuela de Nutrición. Universidad Vasco de Quiroga

REFERENCIAS

Álvarez-Ramírez M*, Lara MA, Robinson-Fuentes VA, Álveano-Hernández JA y Cervantes-Alfaro JM (2017) Correlation between intake of omega-3 fatty acids and anxiety and depressive symptoms. Salud Mental. *Autor de correspondencia. Aceptado. http://dx.doi.org/10.17711/SM.0185-3325.2018.002.

Berenzon S, Lara MA, Robles R, Medina-Mora ME. Depresión: estado del conocimiento y la necesidad de políticas públicas y planes de acción en México. Salud Pública Mex 2013;55(1):74-80.

De Castro F, Place JM, Villalobos A, Allen-Leigh B. (2015) Sintomatología depresiva maternal en México: prevalencia nacional, atención y perfiles poblacionales de riesgo. Salud Pública Mex, 57:144-154.

Farooqui AA. Chapter 5 Roles of Docosahexaenoic and Eicosapentaenoic Acids in Brain. En: Beneficial Effects of Fish Oil on Human Brain. Farooqui AA (Ed). Springer Science. NY, 2009:151-177.

Grosso G, Galvano F, Marventano S, Malaguarnera M, Bucolo C, Drago F, Caraci F. Omega-3 fatty acids and depression: Scientific Evidence and Biological Mechanisms. Oxid Med Cell Longev 2014;1-16.

Hibbeln JR. Seafood consumption, the DHA content of mother’s milk and prevalence rates of postpartum depression: a cross-national, ecological analysis. J Affect Disord 2002;69:15-29.

Institute of Medicine (IOM). The National Academies. Dietary reference intakes for energy, carbohydrate, fiber, fat, fatty acids, colesterol, protein, and aminoacids. Washington DC: National Academies Press, 2005. [en línea]. [Fecha de consulta: 18 de Agosto de 2014].

Lara MA, Navarrete L, Nieto L, Barba JP, Navarro JL, Lara-Tapia H. (2015). Prevalence and incidence of perinatal depression and depressive symptoms among Mexican women. J Affect Dis, 175, 18-24. http://dx.doi.org/10.1016/j.jad.2014.12.035.

Liu J, Green P, Man J, Rapoport S, Sublette E. (2015). Pathways of polyunsaturated fatty acid utililzation: Implications for brain function in neuropsychiatric health and disease. Brain Res, 1597:220-246. Doi:10.1016/j.brainres.2014.11.059.

Markhus M, Skotheim S, Eide I, Llivar F, Cecilie H, Morten K, Kjellevold M. (2013) Low Omega-3 Index in Ppregnancy Is a Possible Biological Risk Factor for Postpartum Depression. PLOS ONE, 8(7), 1-12. http://dx.doi.org/10.1371/journal.pone.0067617.

Ramírez-Silva I, Villalpando S, Moreno-Saracho J, Bernal-Medina D. Fatty acids intake in the Mexican population. Results of the National Nutrition Survey 2006. Nutr & Metab 2011;8(33): 1-10.

Simopoulos AP. (2011). Evolutionary Aspects of Diet: The Omega-6/Omega-3 Ratio and the Brain. Mol Neurobiol; 44, 203-215. Doi: 10.1007/s12035-010-8162-0.

Su KP, Matsuoka Y, Pae CU. (2015) Omega-3 Polyunsaturated Fatty Acids in Prevention of Mood and Anxiety Disorders. J Clin Psychopharmacol, 13(2), 129-137. Doi: 10.9758/cpn.2015.13.2.129.


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